Tal vez la etapa de adolecente se vio frustrada cuando surgió la necesidad de abandonar el Politécnico donde estudiaba la carrera de mecánico industrial, para entrar en el mundo de las mezclas, las palas y las carretillas.
No obstante la vida logra demostrarle a este hombre de ojos claros y de constante accionar que cada tarea que se realice, siempre y cuando esté acompañada por una buena dosis de amor es capaz de aportar conocimientos, fortalecer el alma y vivir gratas emociones.
El surgimiento de los nuevos edificios que le permitieron a su Majagua querida aumentar el entorno urbano y beneficiar a los hombres y mujeres de campo con viviendas más confortables, fueron algunas de las experiencias que enriquecieron los sentimientos de Lázaro Calvo Fariñas durante su período de constructor.
Hoy al encontrarlo entre piezas y llaves en el taller de mecánica de la Unidad de empresarial de base de extracción de petróleo donde desde hace 25 años, repara equipos pesados y de posos del carburante, como lo soñó desde muchacho, gratos recuerdos tienen obligada aparición en los relatos.
Imposible omitirlo como integrante del Ejercito Juvenil de trabajo, fuerza productiva que estimuló sus buenos resultados en el corte de caña y otras responsabilidades al licenciarlo con 6 meses de antelación, ni dejar de mencionar las funciones de asesor en la lucha contra bandidos en Angola, tampoco las contribuciones al sector anapista como instructor.
Además Lázaro Calvo Fariñas conoce los secretos de los cultivos de viandas, hortalizas y granos y de la cría de peces de agua dulce y así garantiza el autoabastecimiento familiar. Ahora en vísperas de recibir la distinción Ñico López, por un cuarto de siglo en el sector petrolero, el mayor regosijo sin lugar a dudas, su hijo Raunel que le sigue los pasos en función de garantizar energía.