Aunque sus aguas se desplazan con el encanto que en muchas ocasiones fue añorado por esta época del año por quienes acudían al lugar para evadir las altas temperaturas, hoy sus tonalidades reflejan el color de la nostalgia.
Los árboles con la inagotable bondad que los caracteriza están prestos a ofrecer la reconfortante sombra de sus bien tejidas ramas, sin embargo la tristeza y la soledad se adueñan de un espacio en el que reinó la algarabía de los niños y el buen humor de los adultos.
No obstante tiene la Playita de Majagua el sano orgullo de compartir con sus pobladores y visitantes los más trascendentales momentos de alegría y de dolor. Cuando se aproxima la amenaza de la temporada ciclónica es la primera en hacer uso de las medidas de precaución y ahora que la COVID-19 arrecia se convirtió en centro de aislamiento de sospechosos del virus.
En sus acogedoras habitaciones donde una incalculable cifra de seres humanos disfrutó de esplendidas noches de amor, son ahora testigos de las expresiones de júbilo cuando se conoce que la prueba de laboratorio aplicada dio negativa y de sobresalto cuando resulta lo contrario.
Quienes aquí laboran, actualmente en proceso de perfeccionamiento, al igual que la instalación, la vida los prepara para asumir la responsabilidad que el momento requiera, esa misma sonrisa que hizo más placentera la presencia de los vacacionista en el lugar, antes de la llegada del SARS=COV-2 es ahora capaz de solidarizarse con quienes acuden a la instalación en cumplimiento con lo orientado por especialistas del sector de la salud.
Al tiempo que las aguas mantienen su desplazamiento con la creación de hermosas cascadas a su paso y de árboles portadores del mensaje de esperanza de ese buen amigo que nos motiva a no perder la calma y a esperar que en algún momento en la Playita de Majagua vuelva a reinar la alegría.