Ese hombre que enumeró entre las grandes proezas de su vida la primera carga al machete, instrumento que se convirtió en la más terrible arma de combate, estuvo muy vinculado al actual municipio avileño de Majagua.
Calificado por Martí, como jefe militar indiscutido, que era capaz de preparar un ejército popular y aguerrido y de enfrentar al enemigo con extraordinarias posibilidades de triunfo, desde el remoto siglo XIX creó aquí un campamento al que identificó con el nombre del referido árbol.
El espíritu de combate de Máximo Gómez Báez, el generalísimo se desató en asentamientos del suroeste avileño como La Gloria, Los Hoyos y las áreas del Río Majagua y muy cerca de aquí nació el cuarto hijo de su matrimonio con Manana, Francisco, conocido por Panchito.
La historia de Majagua recoge con orgullo en sus páginas los encuentros del dominicano radicado en Cuba con la heroica campesina mambisa, hoy patriota insigne de este territorio, Doña Emilia González Echemendía, a quien elogió en reiteradas ocasiones por la consagrada y humana labor de curar heridos.
Luego de cruzar en varias ocasiones La Trocha de Júcaro a Morón, la localidad de Lázaro López fue escenario del reencuentro con Antonio Maceo y frente a la nutrida caballería que se disponía llevar la llama de la lucha armada por la independencia del país hacia el extremo occidental, pronunció la siempre vigente arenga. “El día que no haya combate será un día perdido o mal empleado”.
Por eso a 184 años del natalicio del ejemplar internacionalista que el 25 de marzo de 1895 firmara junto a Martí el programa de la guerra, documento conocido por Manifiesto de Montecristi, el pueblo de Majagua lo recuerda con admiración y cariño y que el primer parque de la localidad lleve su nombre es muestra de ello.