En su etapa de niño y después de adolecente fue testigo de las dificultades que enfrentaron su padre y demás antecesores al tratar de hacer producir aquella extensión de terreno transferida de una generación a otra.
La malanga no progresaba, cuando se intensificaba la sequía las mazorcas de maíz se resistían acogerse al desarrollo y los frijoles por favor, ni las flores llegaban a cuajar. Pero la tierra estaba ahí y la necesidad de darle uso se hacía evidente.
¿Qué hacer? se preguntaba Lisvani Rodríguez Rico, descendiente que se dio a la tarea de descifrar el misterio, labor en la que fue determinante conocer el grado de acides o basicidad del suelo o sea el PH, para entonces determinar el cultivo idóneo.
Una vez vencido este proceso inicial optó por probar con la siembra de la piña, cuyo resultado ya se comporta de forma satisfactoria al sentir el regocijo de contemplar a la reina de las frutas dueña y señora a todo lo largo y ancho de los surcos.
Además Rodríguez Rico, en su condición de antiguo trabajador de la fábrica de conservas de la localidad sabe que en muchas ocasiones la demandada materia prima tiene que recorrer una gran cantidad de kilómetros para llegar a Majagua procedente de Matanzas o de Villa Clara y aquí puede estar a unos 3000 metros de la industria.
El resultado de la primera prueba hace que el joven productor sonría feliz, aunque esta consiente que para materializar plenamente su sueño, el trabajo tiene ser inmenso en función que el cultivo seleccionado acorde a las características de los suelos de su finca logre extenderse a todas las áreas bajo el eficaz reinado de la piña.