Este hombre de blanca piel, azules ojos y espíritu de vencedor arriba a este primero de julio, día del petrolero envuelto en una extraña mezcla en la que se dan la mano la satisfacción y la añoranza.
Satisfacción porque cumple los 25 años de haber emprendido con la sana motivación que le proporcionaba desde pequeño seguir a su progenitor en el engorroso camino de los yacimientos y los centros colectores de carburantes.
La ocasión le ofrece a Pablo de Armas Ceballos, Pocholito, el disfrute junto a su familia de la presencia del director de la unidad empresarial de producción, de dirigentes sindicales a nivel de establecimiento y municipio y de una de sus antiguas compañeras de secundaria básica, actualmente comunicadora.
Un acogedor ambiente en el que se impone hablar de la agilidad que siempre demostró a la hora de acometer labores de montaje, de su aporte en la entrada en explotación de pozos petroleros de su área y en zonas de Varadero y Yumuri y de sus contribuciones como integrante del movimiento de innovadores y racionalizadores.
No obstante le resulta imposible evitar la honda tristeza que le proporciona mantenerse alejado desde hace 4 meses del camión grúa, confidente del peligro que siempre tuvo la posibilidad de dominar a diferencia del auto ligero causante de la imputación de una de sus piernas.
Consiente que la experiencia fundida al calor del esfuerzo desplegado en cada tarea emprendida no se puede extinguir, aviva en Pablo de Armas Ceballos, Pocholito, su interés por la total recuperación para retornar a las áreas petroleras y proseguir los pasos de su padre quien llegó a cincuentenario de este sector.
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