Cuando la conocí, resaltaba entre las demás. Su cabello había sido maltratado por unas cuantas tormentas; aun así lucia firme, sedoso. Tenía entonces, cincuenta años de experiencia laboral.
Nilda Bárbara Rodríguez Castillo, ha sido desde sus inicios una de las trabajadoras más consagradas y admiradas por todo aquel que conoce un poco de su empeño. Sus primeros recuerdos fueron en la empresa ganadera Ruta Invasora en la que se desempeñaba como economista. “Comencé a trabajar a muy temprana edad. La crianza era muy estricta, soy la mayor de seis hermanos e hija de padres divorciados. Mi madre nos formó con mucho sacrificio, inculcó que el único medio de subsistencia, era el trabajo”.
Para el año 1987 continuaba su faena, pero en la industria alimentaria Orlando González. En esa época surge de manera experimental los Consejos Populares. “Encontraron en mí la posibilidad de ser y pertenecer a ese mundo tan sacrificado pero placentero; fui al proceso especial, resulté electa y de inmediato comencé la doble función de presidenta del Consejo Popular Orlando González y delegada a la Asamblea en Majagua municipio de Ciego de Ávila”, refiere con entusiasmo.
Cuenta que era muy novicia, y a sus 35 primaveras le faltaba experiencia para dirigir el comité de base de jóvenes comunistas. “Tenía preparación política pero no para liderar funciones del Órgano del Poder Popular. Diría que fue un proceso de adaptación fuerte, pero me facilitó el vínculo y el apoyo mayoritario e incondicional de la población, que siempre ha creído en mí, prueba de ello son mis trece ocasiones presentes en las urnas en las que he salido electa”. Claro, no es de extrañar, Nilda tiene como reto la preparación constante y el sacrificio de algunos placeres personales.
Aunque su humanismo, empeño y valía han sido reconocidos en más de un sinfín de asambleas, afirma que sus mayores logros son “el respaldo de todas las entidades a la labor del Consejo Popular, el respeto hacia los delegados en momentos duros de la sociedad que se construye en Cuba, como por ejemplo el período especial y la no deseada pandemia. En este último aspecto comentó, “La COVID-19 ha sido muy difícil para mí territorio, es una experiencia totalmente nueva. Empezamos con el apoyo de todo el pueblo. Se logró la organización requerida de manera inmediata, las personas sabían su rumbo, aunque para que todo fluyera lo mejor posible tuve que posponer mis horarios de almuerzo, apenas tomaba agua. Se quedaron “aisladas” una de 2000 personas, pero logramos vencer. ¡Esta situación fue más difícil que los ciclones!” Recuerda, que cuando empezó la COVID-19 alguien le dijo, “Nilda, tienes dos caminos: estar expuesta o irte para tu casa, para mi casa no, – respondió – hasta el último aliento”.
Los años de dedicación también han tenidos días grises, esta majagüense reveló en aquellas horas de entrevista que “lo que no se logra es considerado como una insatisfacción, no siempre están en nuestro alcance, pero, en otras nos ha faltado visión.” También, con enorme sutileza confesó su método para enfrentar problemas institucionales “trato de convencer, y pongo mis manos en los hombros de las personas para que me sientan cerca, busco el momento oportuno y tengo mucha paciencia”.
Sin perder su sonrisa, describía sus largas e interminables horas de trabajo. Aun así, daba muestra de su amor con una frase “el día que no me levante con mi ajetreo diario siento que estoy enferma, es como si creyera que no hay combate”. Me estremeció de tal modo, que me hizo sentir su fortaleza inquebrantable. Minutos después expresó, “no cambiaría nada de mi labor, si vuelvo a nacer haría lo mismo, solo tendría en cuenta: aprender a escuchar más, escoger mejores decisiones, tener más visión de futuro para enfocarme mi accionar. Porque el trabajo es mi vida”.
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